La leyenda de Walpurga Hausmännin es una de las más terroríficas historias de brujas del mundo. Está considerada el relato de uno de los más despiadados asesinos de la historia alemana. Sin embargo, esta narración se encuentra a mitad de camino entre el mito y la realidad. Encierra asimismo un misterio sin resolver relacionado con una de las prácticas humanas más oscuras conocidas: la magia negra.
La fecha exacta del nacimiento de Walpurga se desconoce, aunque sabemos que tuvo lugar entre los años 1510 y 1527. A lo largo de la mayor parte de su vida no fue una mujer especialmente conocida, pero durante las cazas de brujas del siglo XVI fue sometida a terribles torturas y a un juicio decidido de antemano.
No se sabe bien si esta mujer era una bruja asesina o simplemente una mujer desequilibrada.Walpurga trabajó como doncella durante muchos años. Parece que fue una mujer respetada y valorada por su trabajo, y no existen referencias a su mal comportamiento hasta etapas posteriores de su vida. ¿Quién podría haber imaginado entonces que acabaría siendo acusada de brujería, vampirismo y asesinatos de niños y adultos?
Estas acusaciones se produjeron en 1587, cuando ya era una mujer madura. Sabemos que cuando Walpurga fue acusada ya era viuda. No existe información sobre si tuvo hijos o no. Vivió siendo pobre, y quizás con la esperanza de morir a una avanzada edad, pero en lugar de eso acabó sus días ajusticiada en uno de los más famosos procesos por brujería de la historia de Alemania.Se cuenta de la confesión de Walpurga que no fue de las más habituales, ni similar a otras declaraciones parecidas. La mujer dijo mucho, mucho más de lo que se esperaba de ella. Al ser sometida a torturas empezó a hablar, probablemente en un intento de acabar con sus sufrimientos. Era consciente de que no tenía otra opción, puesto que el endurecimiento de las torturas le demostró que no sobreviviría al juicio. De este modo, empezó a explicarse tan bien como pudo.
En primer lugar declaró que cierta noche de 1556, poco después de enviudar, mantuvo relaciones sexuales con un demonio de nombre Federlin. A la noche siguiente, el demonio regresó y prometió rescatarla de la pobreza, pero ella debería hacer algo a cambio. Lo primero que tenía que hacer Walpurga por el demonio era firmar un pacto con Satanás y entregarse a él. Como ella se mostró de acuerdo, Federlin la llevó ante Lucifer, quien fue descrito por Walpurga como un hombre alto con una larga barba gris. La acusada declaró que le recordaba a un gran príncipe por sus ricas joyas y refinado comportamiento. Cuando Lucifer confirmó el pacto con ella, la invitó a beber vino, comer bebés asados y mantener relaciones sexuales con él. Walpurga dijo también que se unió al ritual de profanación del Santo Sacramento, que había robado de la iglesia.
Según Walpurga, el demonio le dio un ungüento que ella utilizó para asesinar a humanos y animales. Afirmó asimismo que el demonio la visitaba regularmente para mantener relaciones sexuales con ella, incluso cuando se encontraba en prisión. Siguiendo sus instrucciones, Walpurga asesinó a 40 niños aún no bautizados y se bebió su sangre. Explicó además que utilizaba sus huesos y cabellos para rituales de brujería, y que devoraba los cuerpos de los niños a los que asesinaba.
Fue sentenciada a muerte a consecuencia de estas confesiones. Walter Stephens escribe sobre la ejecución de Walpurga Hausmännin:
``El 20 de septiembre de 1587, Walpurga Hausmännin, partera que ejercía en Dilinga en la diócesis de Augsburgo, en el sur de Alemania, fue quemada en la hoguera como bruja. Walpurga confesó una larga lista de maleficios, término con el que se denominaban los rituales de magia negra. La mayor parte de ellos estaban relacionados con su profesión de partera; en doce años se supone que mató a cuarenta y un niños y dos madres durante el parto. Pero también confesó haber atacado a otras personas: el hijo menor de Georg Klinger, las esposas del gobernador y el escribano de la ciudad, la hija de Hans Striegel, monja de clausura, y Michel Klingler. De estas cinco personas, se esperaba que tres no escaparan con vida, según la propia declaración de Walpurga en su juicio por brujería. Parece además que el alcance de los maleficios no se limitaba a las personas: fue acusada de la muerte de nueve vacas (aunque “confiesa haber destruido una cantidad de ganado mucho mayor”), un caballo y un número indeterminado de cerdos y gansos. También los cultivos eran objeto de sus ataques, provocando granizadas “una o dos veces al año´´.
A Walpurga le cortaron la mano derecha antes de quemarla en la hoguera. Camino del patíbulo, continuó siendo mutilada y torturada en público.Las cenizas de Walpurga fueron esparcidas en el río: se le negó el privilegio de ser enterrada. Al igual que muchas otras mujeres acusadas, juzgadas y ejecutadas a causa de las sospechas de una sociedad ciegamente religiosa, murió sin derecho a un juicio justo; uno en el que se hubieran tenido en cuenta los hechos, no la superstición, para decidir su destino.
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